Celestino antes del alba

-¿Oyes cómo suenan las hachas del abuelo? -Sí, ya las oigo.
-¿Falta mucho para que termines de escribir esa poesía?
-Sí.
-¿Mucho mucho?...
-Muchísimo. Todavía no he empezado.
Hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas hachas
hachas hachas hachas
hachas.
Hachas.

[...]

[...]
-¿Ya te dormiste?
-No. Todavía.
-Debe ser tarde.
-Debe ser tarde.
-¿Oyes ahora el escándalo de las hachas?
-Sí que lo oigo.
-Esta noche tengo miedo.
-Y yo.
-¿Mucho?
-Más que tú.
-¿Todavía falta mucho para que se termine la poesía?
-Cantidad.
-¿Cuánto tiempo?
-Todavía no he empezado.
-Tápame la cabeza con la sábana.
-Ya la tienes tapada. 

[...]

[...]
-Vamos a dormirnos de nuevo para ver si se te vuelve a ocurrir la idea. Y si se te ocurre me llamas corriendo.
-Está bien. Ya estoy dormido.
-Yo también.
-Ya estoy soñando.
-Ya estoy soñando.
-¡Aquí está la idea!
-¡Ya la oigo! Pero se me olvida enseguida, una palabra hace «páfata» y se lleva a la otra, y de la única que me acuerdo siempre es de la última. Trata de meter todo el sueño en una sola palabra para ver si así no se nos olvida.
-No puedo.
-Trata.
-No puedo. Es un sueño larguísimo.
-Larguísimo...
-No lo puedo decir con una sola palabra.
-Palabra...
-Yo quisiera poder hacerlo así pero no puedo.
-Puedo...
-Fíjate si es largo el sueño que horita despierto y todavía no he terminado de soñar.
-Soñar...