ayer me encontré a un niño. vi que tenía los ojos tristes, de una tristeza infinita. de esas tristezas que no hacen daño, que no duelen mucho, pero que no puedes sacar, que hay que llevar siempre encima por que si te la quitas te sientes indefenso, solo. los ojos del niño estaban llenos de lagrimas. casi podía tirarme en ese mar. pero parecía que el quería guardarlas, que con todas sus fuerzas intentaba aguantarlas, como si, con esas lagrimas, se fuesen también pedazos de esa tristeza, como si, empezar a llorar, fuera quedarse desnudo en una mañana de invierno.