Quería compartir una cosa que he leído en la editorial del numero 19 de la revista Exit y que a pocos días de mi próximo viaje me ha hecho reflexionar mucho sobre mi ansiedad, sobre mi constante búsqueda de nuevos estímulos y sobre mi incapacidad de encontrar esa tranquilidad que te permite disfrutar cada día de las pequeñas cosas que te ofrece tu alrededor.
"Para empezar habría que decir que viajar no es sinónimo de ir de vacaciones, sino que viajar es la acción de trasladarse de un punto a otro, lo suficientemente lejanos entre sí. Es decir, que esa idea contemporánea de unir términos como viajar y placer es algo proprio de una burguesía cada vez más alta.
[...]En fin que hay tantas formas de viajar como causas para hacerlo pero, curiosamente , en las sociedades civilizadas el viajar se ha convertido en un signo de bienestar económico, de bienestar cultural y de forma de vida correcta. Si después de las vacaciones no se tiene un viaje que contar estaremos fuera de todas las charlas en la oficina o entre los amigos y familiares. Y ojo, como el viaje sea en tu proprio país, como no hayas visitado lugares de nombre imposibles y difíciles de encontrar en el mapamundi ya puedes aducir algún eximente tal como curiosidad cultural, exceso de trabajo, los niños estaban enfermos, algún tipo de promesa, un virus contagioso...
[...]En la antigüedad el viaje significaba un cambio permanente de lugar. No se recorrían miles de kilómetros para estar solamente unos días y volver a casa a contarlo con fotos digitales y video de acompañamiento. Naturalmente la evolución de los medios de transporte tiene mucho que ver con esta facilidad, pero sobre todo ese cambio conceptual de considerar que realmente podemos ir a cualquier sitio, generalmente sin alterar nuestra forma de vivir, de relacionarnos con la gente ni con los lugares. Una frivolización de la diferencia que se integra en la idea de globalización y que gira sobre si misma: si queremos vivir igual, hablar el mismo idioma y comer lo mismo en cualquier parte del mundo, cada vez tiene menos sentido moverse.
[...]Viajar se ha convertido en algo cotidiano. Y sin duda en esta democratización del viaje todos hemos ganado en posibilidades de mejora de vida, excepto los que sólo reciben viajeros, los habitantes de paraísos culturales que viajeros de masa destrozan y humillan no solo con su presencia, sino con una ignorancia que no ha desaparecido con todos los avances de unas sociedades que todo lo pueden, sino que se incrementan al mismo ritmo del desprecio con que tratan a los habitantes de otras culturas y otros mundos. Igualmente, para destacar en esa “democratización viajera” y como si fuera un juego olímpico, cada vez debemos ir mas lejos, mas rápidos, ser mas originales. El placer silencioso y lento del viaje se va perdiendo tan rápidamente como el concepto de calidad de vida.
Pero tal vez deberíamos volver a empezar y afirmar que el viaje es un estado interior, que mas allá de ir a otro lugar, el viaje significa una transición, un aprendizaje. Hubo un tiempo en el que los viajeros buscaban aprender algo, sobre ellos mismos casi siempre, y en los que el viajar era una etapa de madurez, de conocimiento, de independencia, una prueba de vida. Viajar es algo que podemos hacer en nuestra casa con los ojos cerrados, podemos desplazarnos a mundos ignotos, a tiempos lejanos. Viajar en el tiempo y el espacio, saber que el paraíso puede estar en nuestra terraza y que tal vez lo que encontramos en el fin del mundo sea solamente a nosotros mismos. Viajar como escapada, como huida, “la escapada del verano”, “la huida de la ciudad, de lo cotidiano”, pero sobre todo la huida de nosotros mismos, de nuestros problemas. Es también una forma de inmersión en los desconocido deseando que un entorno nuevo y distinto sea suficiente para olvidarnos de nosotros mismos. Sin darnos cuenta de que el auténtico viaje es la vida y que cada día es una etapa, una pequeña excursión. Y este viaje cada uno elije como hacerlo; alguno elige una agencia de viajes para organizarlo, otros van por su cuenta, unos a pie otros en avión. Cada salida, cada llegada, los recuerdos, la experiencia que almacenamos es el único equipaje, la única historia.
Séneca le escribía a su discípulo mas querido Lucilio, una epístola en contra del viaje: “Para que quieres viajar, irte tan lejos, si adonde vayas siempre iras contigo mismo”.
(Rosa Olivares – La vuelta del mundo en 80 días)