- Sí, aunque la expresión verbal de esto es muy difícil y torpe, y eso es embarazoso. Verá, siempre estoy tratado de comprender el individuo que soy. Pero existe la restricción continua de enfrentar a la vida cotidiana. Crece una especie de furia, como resultado de que no somos enteramente libres. Entonces sobreviene una especie de lento hervor interno hasta que finalmente explotamos. Después, abruptamente, hay la exasperación que en un momento se traduce en una necesidad de ser llenado por la maravilla, una necesidad de una clase de felicidad del ojo, y una necesidad de mirar con intensidad y coraje, y quizás una necesidad de moverse hacia adentro. Finalmente, hay ese momento en que somos verdaderamente visionarios. Entonces, todo funciona espléndidamente. Pero todo esto solo es una parte del gran juego que nos pone en un trance, en un estado de receptividad. Ese trance no dura mucho, sin embargo, porque la vida llama de nuevo con sus ordenes. Siempre hay contingencias. Pero de alguna manera, a pesar de todo, el efecto perdura. Creo que podría ser clasificado como una sensación..."
(Robert Doisneau - Dialogo con la fotografía)